PROCESOS DEPRESIVOS

Existen múltiples perspectivas o visiones acerca de los procesos depresivos o más comúnmente llamados “depresión”. Desde la visión romántica se le asocia con episodios de contacto profundo con la propia sensibilidad y con una mayor capacidad creativa, al ser el individuo capaz de explorar y adentrarse en sus pasiones, quizás rayando un poco en la locura. La perspectiva popular describe a la depresión como esa tendencia a experimentar la soledad, la tristeza y la pereza, quizás con un tinte de masoquismo y gusto por los sinsabores de la vida (“emos”).

Desde la Psicología Clínica y la Psiquiatría, los trastornos depresivos son un conjunto de cuadros clínicos cuyo síntoma predominante es la disminución en el estado de ánimo, manifiesta o no, que afectan o interfieren en la vida diaria de quien los padece; estos pueden ser de causa exógena, asociada a agentes o sucesos externos o de causa endógena, de origen biológico o genético, relacionado generalmente con los niveles de neurotransmisores.

Etimológicamente, la palabra depresión proviene del latín depressus: hundimiento, abatimiento; vocablo que expresa la sensación que presentan quienes la padecen, de estar al fondo de un gran pozo, sin luz y sin salida. Se trata de una enfermedad que se manifiesta como un trastorno en el estado de ánimo.

Desde la perspectiva yógica, los procesos depresivos son considerados como la desconexión con tu verdadero ser. Tu misión en esta vida es ser tú, ser quien ya eres. Cuando por identificaciones, creencias, expectativas o ignorancia, te desconectas de esa misión, es decir, de ti mismo, te encuentras ajeno a ti y esta falta de sintonía con tu ser te impide experimentar la dicha de la vida.

Estos procesos son más frecuentes de lo que nos imaginamos y aquejan a gran parte de la población en algún momento de su vida. De acuerdo con datos provistos por la Organización Mundial de la Salud, hay en el mundo aproximadamente 350 millones de personas afectadas por algún problema depresivo y alrededor de 800 suicidios diarios relacionados con algún proceso depresivo.

En términos generales, podemos clasificar la depresión de acuerdo con la profundidad y severidad de los síntomas, en tres grandes rubros: Leve, moderada y severa.

Existen también otras formas de ubicar y abordar los diferentes procesos depresivos. Uno de ellos, quizás el más frecuente, es el trastorno depresivo persistente, también conocido como “distimia” (dis – mal, difícil, thymos = ánimo, espíritu, mente), es un tipo de depresión de menor gravedad cuyos síntomas son crónicos a largo plazo y cuyo diagnóstico se establece una vez que transcurren dos años con la sintomatología que se describirá más adelante.  En este trastorno los síntomas no incapacitan a la persona en el desarrollo de su vida normal, sin embargo, al ocasionarle apatía, irritabilidad e insatisfacción constantes, le impide experimentar plenitud y satisfacción, así como funcionar al máximo de sus capacidades. Los síntomas son: desesperanza, alteraciones en el sueño y el apetito, falta de energía, dificultad para concentrarse, disminución de la autoestima – autoamor- (causa y efecto). Las manifestaciones se observan en 4 niveles:

  1. COGNITIVO: Pensamientos negativos de uno mismo y sobre la propia capacidad para afrontar los problemas, baja “autoestima”, autocrítica excesiva, lentitud de pensamiento, confusión mental, ideación suicida.
  2. CONDUCTUAL: Disminución del disfrute, de las actividades sociales y de la toma de decisiones.
  3. FÍSICO: Hipersomnia/insomnio, trastornos del apetito, dolor muscular, cefalea, colitis, sistema inmunológico comprometido (infecciones respiratorias, intestinales, urinarias recurrentes).
  4. EMOCIONAL: Tristeza, culpa, rabia (contenida).

Los factores desencadenantes más comunes en los procesos depresivos suelen ser sucesos estresantes, como: cualquier tipo de maltrato, ruptura de relaciones, muerte de algún ser querido, divorcio, enfermedades graves, pérdida de trabajo, etc. Las personas con baja autoestima, que se abruman con facilidad ante el estrés, pueden estar más vulnerables a padecerla, así como las personas que abusan del alcohol u otras sustancias.

Una persona con distimia puede llegar a presentar episodios de trastorno depresivo mayor.

Se considera que una persona padece trastorno depresivo mayor, comúnmente llamado “depresión”, cuando se presentan cinco o más  de los siguientes síntomas, por más de dos semanas seguidas, incluyendo al menos uno de los dos primeros: Tristeza o estado de ánimo bajo o irritable casi todos los días; disminución o pérdida de interés o de placer en actividades que antes lo proporcionaban; exceso o falta de sueño (hipersomnia o insomnio, respectivamente) casi diario; agitación o enlentecimiento psicomotor (referido por terceros); disminución o aumento  del apetito; disminución significativa (no relacionada con la dieta) o aumento del peso corporal; cansancio, sensación de fatiga o pérdida de energía; sentimientos de culpa e inutilidad; disminución en la destreza cognitiva, dificultad en la atención o en la toma de decisiones, pensamientos recurrentes de la muerte; pensamientos, intentos y/o planes suicidas.

Debido al impacto de las hormonas sobre el estado de ánimo, es común que en las mujeres se presenten trastornos como la depresión post-parto y el trastorno disfórico premenstrual; este último aparece algunos días antes del período menstrual y desaparece algunos días después.

Los neurotransmisores involucrados en los trastornos depresivos son, predominantemente: 5HT o serotonina, dopamina y noradrenalina. Estas tres moléculas biológicas se encuentran disminuidas en las personas que presentan los síntomas propios de la depresión. En una persona que goza de salud física y emocional, la secreción de estos neurotransmisores se ve estimulada a través de reforzadores positivos de la vida cotidiana, sin embargo, en personas aquejadas por estos trastornos, no sucede así, desencadenándose un círculo vicioso entre la falta de motivación y la falta de gozo al realizar las actividades que solían ser placenteros.

Existe un tipo de depresión relacionado con la época del año, se le denomina depresión estacional. Se presenta comúnmente durante el otoño y el invierno, cuando por disminución de las horas de exposición a la luz solar, hay también una disminución en la producción de serotonina (regulador del estado de ánimo) y de melatonina (responsable de la preservación del ciclo sueño-vigilia). Asimismo, hay un componente socioemocional durante el invierno, relacionado con la época navideña y las asociaciones mentales que con ello se desencadenan en el individuo (recuerdos, anhelos, expectativas, publicidad).

En términos generales, los procesos depresivos suelen manifestarse mediante  la presencia de TRISTEZA -el componente más recurrente- más uno o más de los siguientes: Abulia, astenia, anhedonia, adinamia, (Falta de: Apetito, fuerza, placer, acción).

Su tratamiento, en los cuadros más graves (depresión moderada/grave) suelen tratarse combinando el uso de antidepresivos con terapia psicológica; en algunos casos se requiere internamiento. En los de menor gravedad muchas veces es sólo necesaria la terapia psicológica u otras terapias alternativas. Debido al círculo de retroalimentación negativa, las recaídas son frecuentes.

¿Qué es la certificación?