RĀMA

LOS PRINCIPALES AVATARES DE VISHNU

7. RĀMA

 

Príncipe de Ayodhya, hijo de Dasaratha, hermano de Lakshmana, Satrugna y Bharata. Esposo de sita, hija del Rey Janaka, quien cedió la mano de su hija a Rāma sólo después de tensar el arco de Siva y romperlo. Junto con su esposa Sita y su hermano Lakshmana es exiliado por catorce años debido a una petición de Kaikeyi, una de las esposas de Dasaratha. Su historia épica se narra en el Ramayana, donde se cuenta como Rama rescata a Sita, de las manos del demonio Ravana derrotando a los  Rakshasas con ayuda de Hanuman y su ejército de monos. Después del rescate vuelven a Ayodhya y  Rama asume el poder.  Rama y su esposa Sita son considerados como la pareja ideal, ejemplos de pureza, de carácter y con elevados valores morales.

La historia del venado dorado. El rapto de Sita.

 

Al encontrarse en el exilio, Surpanakha, una Rakshasi, hermana del demonio Ravana, intenta seducir a Rama proponiéndole asesinar a su esposa y hermano para que no les estorben. Lakshmana corta su nariz y orejas y la ahuyenta y ella vuelve con más rakshasas para vengarse, quienes también son derrotados. Al contarle esta historia a Ravana el decide raptar a Sita; le pidió a Maricha el Rakshasa, que podía tomar diferentes formas, que se convirtiera en un venado hermoso para engañar a Rama y a Sita y así capturarla. Esta es la historia del venado dorado y el rapto de Sita que aparece en el Ramayana.

“Sita se encontraba colectando flores en un bosquecillo de mangales, ashokas y karnikaras, cuando un venado encantador se acercó. Los demás venados, movidos por su instinto huyeron en estampida y el ruido atrajo la atención de Sita: “Ven aquí rápidamente, Señor mío -dijo-, y trae a Lakshmana”. Entonces ella señaló al hermoso venado que pastaba por el bosque. Lakshmana empezó a sospechar. “Nunca antes vi a un animal de tal naturaleza, lo más probable es que se trate de la ilusión mística de un rakshasa, probablemente Maricha, quien en el pasado, mató a muchos sabios y reyes asumiendo tales formas místicas. ¡Oh, Rama!, puedo asegurarte que ningún venado como éste camina sobre la Tierra. ¡Este es un engaño!”. “Con todo… es un venado tan lindo, -dijo Sita, interrumpiendo a Lakshmana-. ¡Oh, Rama, el de los poderosos brazos!, por favor, tráelo para mí. Sus colores son maravillosos, y el venado es tan bello que mi corazón ha quedado cautivado. Cuando terminemos nuestro exilio y ya estés instalado en el trono, este venado embellecerá nuestro palacio”. “¡Oh, Lakshmana! Eres testigo del ardiente deseo de Sita- dijo Rama- Debido a la preciosura de este venado, hoy lo capturaré como un trofeo. Un venado como éste no existe en los sistemas planetarios medios, superiores ni inferiores. Espera aquí con Sita y no la dejes. Si este animal es genuino será nuestra mascota, pero si se trata del demonio Maricha, sin demora lo enviaré a la morada de la muerte”. Después de decir esto, Ramachandra empezó a seguir al venado. El venado, al ver que Él se le acercaba, se asustó mucho y escapó lejos de Su vista. Rama iba tras Su presa, que algunas veces se hacía visible y otras no. El venado continuó este juego repetidamente. Habiendo pasado un tiempo considerable y encontrándose muy alejado de Su choza, Rama se convenció de que el venado  verdaderamente era el demonio Maricha. Iracundo, jaló una flecha de punta de oro, la cual después de ser disparada le atravesó el corazón al venado. Al recibir el impacto, el venado saltó a lo alto de una palmera, cayó al suelo y bramó fuertemente. Entonces, el animal recobró su verdadera forma como el gigantesco rakshasa. Maricha, mientras yacía moribundo, recordó la instrucción de Ravana y con una voz idéntica a la de Rama, exclamó con una potente voz que surcó los cielos: “¡Oh, Sita! ¡Oh, Lakshmana!”. Apresurándose a recoger algunas frutas y raíces, Rama emprendió el retorno preocupado por el efecto de esas palabras. Sita estaba convencida sin lugar a dudas de que el grito de Maricha era el de su esposo y, dominada por la angustia, le dijo a Lakshmana: “Por favor, anda y ve si le ha ocurrido algún daño a Rama. Acabo de escuchar un grito Suyo pidiendo ayuda, cual si estuviese en un terrible peligro. Estoy segura que ha caído en manos de los rakshasas. ¡Ve de inmediato y rescátalo!” Sita repetidamente pidió a Lakshmana que vaya en auxilio de Rama, mas Lakshmana, recordando las palabras de su hermano mayor, permanecía fijo, cumpliendo así la instrucción de proteger a Sita. Ella, notando que no podía convencerlo, se enojó y, visiblemente perturbada, le dijo: “¡Oh, Lakshmana!, tú eres un enemigo disfrazado. ¿Por qué no corres en ayuda de tu hermano? ¿Es que acaso quieres que Él perezca? ¿Es porque deseas quedarte conmigo que no quieres ir a rescatarlo? ¿De qué servirá mi vida y mi seguridad si Rama ha caído en desgracia?”.“¡Oh, princesa de Mithila! -respondió Lakshmana- nadie puede matar a tu esposo. No puedes acusarme así. Yo no me atrevo a dejarte en el bosque sola. Ten por seguro que el venado está muerto y que Rama volverá muy pronto. Esa voz era una artimaña del rakshasa para confundirnos y para que me separe de ti. A raíz de que Sri Rama mató a todos esos rakshasas en Janasthan, se hizo de muchos enemigos. Por favor no te preocupes, pues sabemos que éste es un truco del demonio”. No habiendo dejado lugar a la duda, Sita rabiosa sentenció: “¡Eres una desgracia para nuestra dinastía! Yo creo que tú estás disfrutando de la difícil situación en que se encuentra Rama y tan sólo nos seguiste por motivos impuros. Por lo que se ve, eres un espía de Bharat. Siendo Rama el de los ojos de loto mi esposo ¿cómo podría yo amarte? Tú eres un hombre común y corriente. Si tú no ayudas a Rama, yo abandonaré mi cuerpo en tu presencia”. Al escuchar la amenaza, a Lakshmana se le erizaron los vellos. Con las palmas de sus manos juntas, respetuosamente, le dijo: “Ya que eres como una deidad para mí, no me atrevo a responderte como debiera. ¡Oh, princesa! Es bien sabido, que con frecuencia, las mujeres expresan palabras crueles. Debes saber que tus palabras han entrado a mis oídos cual flechas de acero candente” “Que todos los habitantes del bosque sean testigos de que digo la verdad, pero no puedo hacerme responsable de tu obstinación. Tú ya me has reprendido y caerás en desgracia por no permitirme cumplir las órdenes de Rama. Ahora, ¡Oh, hija de Janak!, yo me marcho. Que todas las deidades del bosque te protejan, sin embargo, considerando los malos presagios, dudo que permanezcas aquí cuando yo retorne con Sri Rama”. Él trazó un círculo mágico y pidió a Sita que no salga de éste, pues nadie podía entrar en él. Así, Lakshmana dejó a Sita y partió en busca de Rama.

Al instante siguiente en que Lakshmana partió, Ravana apareció disfrazado de ermitaño. Él estaba vestido de color azafrán, como lo hacen los célibes y renunciantes, llevaba un mechón (sikha)1 en su cabeza, imitando la apariencia de un devoto de Vishnu, un vaishnava. En una mano llevaba una sombrilla y en la otra un pote de mendicante kamandalu. Disfrazado de esta manera, Ravana era como un pozo mortal, cuya boca estaba disimuladamente cubierta de hierbas.

Sintiendo su temible presencia, apenas soplaba el viento, el río Godavari fluía muy lentamente y los habitantes del bosque, espantados al ver al poderoso rakshasa, se escondían. Para confundir a Sita y para que ella pensara que él era un brahmán, Ravana comenzó a recitar himnos y mantras védicos en sánscrito, mientras se acercaba.

Aturdido al ver la deslumbrante belleza de Sita, Ravana, a pesar de sus vestimentas santas, sin poder esconder su lujuria dijo: “Mi querida y hermosa dama, te asemejas a la diosa de la fortuna en persona. Tus ojos son como alargados pétalos de flor de loto, tu sonrisa encantadora y tu forma placentera han robado mi corazón. Ah, tu cintura no es más grande que mi puño, tus pechos son plenos, tus caderas son amplias y las hileras de tus dientes blancos se asemejan a los jazmines, tus oscuros ojos brillan intensos, cual abejorros en tu hermoso rostro de loto. Con plena certeza, que ninguna mujer en los cielos, puede compararse a ti. ¿Quién eres tú, adorable dama? ¿Quizás Hri, la diosa de la modestia? ¿Kirti la diosa de la fama? ¿O Bhuti la diosa de los poderes místicos? ¿Serás acaso la diosa del amor Rati, o Lakshmi, la misma diosa de la fortuna?”.

“¿Por qué una hermosa criatura como tú está viviendo en este bosque infestado de rakshasas? Por tu propio bien debieras buscar algún refugio. Tu mereces estar en un palacio real, vestida con las más finas sedas y luciendo las joyas más preciosas, rodeada de sirvientes. Sin dudarlo, debieras escoger un esposo adecuado y salir de esta jungla”.

Confiando en que la Providencia le había enviado inesperadamente la visita de un noble brahmán, y siguiendo los altos preceptos de educación que prescriben los Vedas para tratar con monjes renunciantes, Sita le ofreció a Ravana un asiento y un poco de agua para beber y afanosamente preparó una comida hecha con frutas y raíces. Habiendo servido al inesperado visitante, Sita miró preocupada para ver si Rama y Lakshmana retornaban, más a lo lejos, sólo veía el verdor del bosque.

Mientras Ravana comía, Sita respondió a sus preguntas, le contó sobre su identidad como hija de Janak y princesa de Videha, su matrimonio a los diez y ocho años con su amado y extraordinario esposo que tenía en ese entonces alrededor de veinticinco años, de su vida en Ayodhya y del injusto exilio de Sri Rama. Su devoto corazón sentía gran entusiasmo al describir las cualidades de Rama, sobre quien le explicó también, que en ese momento, estaba en el bosque siguiendo a un venado dorado que capturaría para ella, junto con el virtuoso Lakshmana.

“Y ahora -dijo Sita- por favor, dígame ¿cuál es su nombre y a qué dinastía y escuela pertenece? ¿Por qué ha venido solo al bosque de Dandakaranya?”.

“Yo soy Ravana, el célebre gobernante de los rakshasas –dijo-. Todos; semidioses, demonios y seres humanos, son aterrorizados por mí. En adelante, después de admirar tus hermosas características y tu tez dorada, nunca más obtendré placer con mis numerosas consortes. Por favor, ven conmigo y sé la favorita entre mis reinas. Mi opulenta capital, Lanka, está construida en la cima de una colina y está rodeada por el mar. Allí pasearemos juntos entre jardines llenos de flores y olvidarás todas estas austeridades. Si eliges ser mi esposa, cinco mil sirvientas enjoyadas te asistirán”.

A medida que escuchaba al insolente rakshasa, los labios de Sita temblaban de ira: “¡Yo soy la esposa de Sri Rama y solamente Él puede tocarme! -respondió indignada-. Yo estoy totalmente entregada a ese poderoso príncipe, cuyo andar es como el de un león, comparado con mi Señor Rama tú eres tan sólo un vil chacal. Es como comparar el sándalo con el barro; el océano con un charco embarrado, o un precioso cisne con un despreciable buitre. -Estas y otras comparaciones abismales hacía la furiosa princesa-. Al tratar de raptarme, tú estás frotando tus ojos con agujas y lamiendo navajas con tu lengua. Sería mejor para ti, el atar una roca alrededor de tu cuello y saltar a las profundidades del océano. Si tú trataras de disfrutarme, ten certeza que la muerte caería sin piedad sobre ti, sobre tus amigos y sobre toda tu familia”.

Escuchando con rabia, el demonio buscó impresionar a Sita: “Veo que no conoces mi valor y mis proezas -dijo-, soy hermano del semidiós Kuvera. Más allá del mar se encuentra Lanka, mi hermosa capital, la cual es más bella que Amaravati, la capital de Indra. Gozando de deleites humanos y celestiales olvidarás al mortal Rama, quien siendo un guerrero vive como un anacoreta, privado de su capacidad de gobernar y razonar, quien mereció incluso ser exiliado por su propio padre. No has de dirigirme palabras tan afiladas cual si fueran dardos, pues mi corazón está inflamado de amor, si me rechazas te arrepentirás como Urvasi que despachó al rey Pururava”.

Con los ojos rojos de ira Sita reprendió al ogro: “¿Cómo te atreves a levantar el nombre de Kuvera, cuando pretendes actuar con tal bajeza? Podrías tal vez vivir largamente después de tocar a la esposa de Indra, pero si te atreves a tratar con indignidad a una mujer de mi condición, no escaparás de la muerte, ni siquiera bebiendo el néctar de la inmortalidad”.

Escuchando la reprimenda de Sita, el poderoso demonio golpeó una mano contra la otra y revelando súbita y furiosamente su verdadera forma, enorme y con diez cabezas, se dirigió a la princesa diciendo: “No estando en tus cabales e intoxicada por el orgullo de tu belleza, no imaginas el alcance de mi poder: mi fuerza es tan descomunal que puedo levantar la Tierra sólo con mis manos; puedo cambiar de forma a voluntad, como puedes atestiguarlo ahora mismo, e infundo el terror en los corazones de todos apenas aparezco en el campo de batalla. Con mis flechas puedo con facilidad atravesar el Sol y partir la Tierra, por temor a mí el Sol se atenúa, mientras que los ríos y la misma brisa, se detienen. Si deseas un esposo famoso en los tres mundos, ese soy yo. Sírveme, que soy digno de tu elogio, abandona tu afecto por un simple humano caído en desgracia y con los días contados. Tú eres una mujer destinada únicamente para mí”. Viendo que era imposible convencerla, el monstruo de diez cabezas cogió” con la mano izquierda los cabellos de la hermosa Sita y la sentó sobre su brazo derecho. Al ver sus temibles dientes y poderosos brazos, las deidades del bosque huyeron espantadas. De pronto, al frente de la choza, apareció la dorada carroza voladora de Ravana, jalada por diez asnos de horribles rostros, así el rakshasa subió a ella con su víctima.”

¿Qué es la certificación?